Cuando tengas la necesidad de bailar, baila, sea donde sea. Y haz lo mismo con todo lo demás. Canta, ríe, grita, salta, juega, corre, sueña, diviértete, besa, disfruta, quiérete, abraza, supérate, déjate llevar, imagina... Pero también puedes llorar, despertar del mejor sueño de tu vida, sufrir, quedarte todo el día en la cama...
Lo único que no puedes es rendirte. Lucha por lo que quieres, cae. Vuelve a luchar, vuelve a caer. Sigue luchando, sigue cayendo. Poco a poco aprenderás a caer, el golpe no supondrá ningún rasguño, aprenderás a levantarte. Y, ¿sabes qué? Te resultará fácil el volver a intentar conseguir lo que quieres. ¿Por qué? Porque todas esas personas a las que sonríes, a las que le das los buenos días, con las que siempre fuiste de frente, esas personas, están a tu alrededor, apoyándote, animándote. Vas cogiendo velocidad al levantarte, incluso lo haces saltando. Pero sigues cayendo. Esas personas no quieren abandonarte, siguen ahí, haciendo de tus pies unos auténticos muelles. Sientes que coges altura, vuelas.
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